¿Quién no desvistió una almohada suave y redonda
frente a losetas azules mirando extasiadas?
¿Quién no tuvo una amada de cuello muy fino
Y apretó y apretó sin temor hasta el salivazo?
Y muy rápido volvemos a la radio tan suave,
Dónde mujeres miles nos desean cuerdamente,
Dónde la piel desata sus profundos sudores,
Dónde el hueso vuelve a ser comida de perros.
No importa cuán lejos llegaste, hoy se abre
Otra vez la desolada carne, hoy busca retener
Su sabor a miedo, su dulce atragantamiento,
Su sobrevivir inmediato, su placer infinito.
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